Er.Crisis económica de 1929 en Argentina y el mundo
Es importante destacar que este trabajo dirige su atención a describir como comienza a extinguirse una etapa con una economía primaria exportadora, para luego dar origen, a comienzos de 1930, a una economía semi-industrial dependiente. Se deja atrás el viejo federalismo económico de las etapas de la economía primaria de subsistencia y de transición, para reemplazarse por la formación del mercado nacional y la articulación de una política de desarrollo integrado de la economía argentina. En esta época, se fusionan dos factores de origen interno y la transformación del contexto externo que encuadraría el desarrollo de nuestro país al promediar el siglo XIX.
En la fisonomía interna, la ocupación total de las tierras dentro de la frontera pampeana pondría punto final al proceso tradicional de crecimiento de la producción rural destinada a la exportación, volcando la atención en la ocupación de nuevas tierras. Pero el rápido aumento de la producción agropecuaria y de las exportaciones era inadmisible sin la conquista y explotación de nuevas tierras cercanas a la zona pampeana que contasen con mayores instalaciones de servicios básicos (especialmente transporte con conexión al puerto para las producciones exportables). A partir de aquí, las exportaciones dependieron del cambio tecnológico y la mecanización de las explotaciones rurales.
Por otro lado, el tamaño y la complejidad de la estructura económica argentina imponía la integración de la actividad productiva conjuntamente con el desarrollo industrial.
En el plano internacional, se alteró el papel de la economía mundial con la pérdida de dinamismo de la demanda de productos agropecuarios, especialmente de orden primario.
Esta combinación de circunstancias, internas y externas, determinó que se derrumbara el rol hegemónico del sector agropecuario de la región pampeana como actividad promotora del desarrollo nacional. Además, trajo como consecuencia el quiebre entre el sistema argentino y su vinculación con el exterior que le aportaba a nuestra economía importantes cobros generados en las exportaciones.
La gran crisis en el mundo
Hacia fines de la década del ´20 nada indicaba en fin del auge económico. De hecho, los precios se mantenían estables y, de acuerdo con la experiencia y con la teoría económica clásica, el fin de la expansión de los ciclos económicos debía ser precedido por una progresiva alza de precios, cuando, a raíz de la demanda generada por la misma expansión, comenzaron a escasear las materias primas y la mano de obra. Como nada de esto ocurría, no había nada de que preocuparse.
Por el contrario, los beneficios acumulados eran muy altos; esto debido a que las innovaciones tecnológicas habían aumentado la productividad, las fusiones redujeron la competencia, los sindicatos eran débiles y el sistema impositivo era favorable a la industria. Por este motivo, y no teniendo ninguna razón de preocupación, a partir de 1928 una parte creciente de los dividendos se utilizó en la especulación en el mercado de valores. Es así como se desató una euforia especulativa que acaparó la atención y el dinero mundial.
El gran negocio bursatil de la época fueron los llamados call-loans. Este mecanismo le permitía al comprador adquirir acciones pagando en efectivo solamente un mínimo. Es resto lo pedía prestado al agente de bolsa, quien a su vez solicitaba ese monto al banco por un préstamo al día. Cuando las cotizaciones subían se revendían las acciones con un beneficio que era repartido entre el comprador y el agente. Con una parte se saldaba el crédito bancario y con la otra parte se volvía a invertir. Este negocio funcionaba siempre que las cotizaciones aumentaran, como hasta aquel entonces.
Las sociedades anónimas también sacaron provecho de este mecanismo prestando sus fondos y alimentando la especulación.
Otra pieza clave de este dinamismo especulativo fueron los trusts de inversión. Los inversionistas depositaban su capital en estas compañias que aplicaban los fondos adquiridos a la negociación de títulos y acciones. El sistema atraía, sobre todo, a los pequeños ahorristas, pues les permitía diversificar su riesgo colocando su capital mucho más ampliamente de lo que permitía su escasa capacidad de inversión.
Fue así como comenzaron a constituirse compañías meramente especulativas, sin ningún tipo de respaldo real.
Además de todo esto, la mayoría de los países europeos se sumergieron en una fuerte política de endeudamiento con Estados Unidos, la nueva potencia hegemónica que generaba gran exportación de capital. Esto ocurrió ya que, para financiar la Primera Guerra Mundial, realizaron una fuerte expansión monetaria. Por ende, sus monedas iniciaron un derrumbe, que se profundizaría a lo largo de los años ´20. Debieron enfrentar una conmocionante reestructuración y una situacion institucionalmente dificil ya que, además, se inició la lucha abierta entre los conceptos totalitarios de izquierda y de derecha, alejándose de la democracia pluralista. Todo esto contribuyó a elevar las presiones sobre la tasa de interés mundial, y estos movimientos de los mercados monetarios repercutieron en los recintos bursátiles.
La contracción del comercio internacional, la disminución de los ahorros en países exportadores de capitales y la dificultad de los países deudores para pagar sus deudas, provocaron una gran disminución en lo que respecta a la corriente internacional de capitales, afectando en especial a los países basados en la producción y exportación de productos primarios.
Simultáneamente, decrece el porcentaje de inversiones en las obras de infraestructura debido a las dificultades financieras de los gobiernos de los países deudores.
La crisis estalla el 24 de octubre de 1929, llamado “jueves negro”, en Wall Street, con un crac de la bolsa debido al sobreprecio de los valores que cotizaban, desde hacía años, al alza, por motivos especulativos. El crac de la bolsa supuso la descapitalización repentina de la industria y las empresas norteamericanas, y por exportación las de todo el mundo.
Esto generó una cierta desconfianza ante el sistema capitalista.
Las interpretaciones más modernas se centran en los problemas que enfrentaba la inversión de capital. En aquellos años, la mayor parte de las inversiones se volcó hacia la renovación de los bienes de capital, por lo que la productividad era cada vez mayor y generaba mayores beneficios que era necesario reinvertir. Pese a que el consumo privado no había dejado de aumentar, llegó a un punto (1929) en que era evidente que no había mercado capaz de absorber semejante producción de bienes durables. Cuando los productos no podían ser vendidos, lo primero que se hizo fue pedir créditos o emitir acciones para solventar los gastos a la espera de compradores. Luego se frenó drásticamente la inversión de bienes de capital, y es entonces cuando se produjo el catastrófico paro económico.
Sin embargo, y a pesar de esta teoría, hay muchos autores que conceptualizan el problema de manera totalmente opuesta. En esta nueva teoría se pone énfasis en la inversión como componente principal de la demanda. Teniendo en cuenta que la demanda se sostiene no solo por el consumo privado sino también por el gasto de inversión, era de esperarse que semejante masa de beneficios no iba a poder compensar automáticamente una disminusión del gasto de inversión. De hecho, por entonces la mayor parte de los beneficios eran gastados mediante la reinversión.
De una u otra manera, los productos no podían ser vendidos. Por lo tanto las industrias invirtieron sus capitales en la Bolsa, favoreciendo la espculacion. Este fue el detonante de la crisis. Su efecto fue devastador. Los banqueros americanos, desesperados, retiraron su dinero de los bancos de Europa para devolverlo a los Estados Unidos y exigieron que los países europeos pagaran sus deudas. En consecuencia, la crisis se hizo mundial.
Los acontecimientos en Estados Unidos, junto con la influencia de este país en la economía mundial, determinaron, en gran medida, la gravedad y la duración de la depresión. Este país provocó dos fuertes tensiones en el sistema económico mundial. El golpe inicial fue la reducción del préstamo exterior en 1929; y el segundo fue el punto máximo del auge americano en ese mismo año.
El primer golpe tuvo serias repercusiones para los países deudores. Estos dependían de importaciones de capital continuas para mantener el equilibrio exterior. La principal influencia desestabilizadora vino con el hundimiento del préstamo norteamericano. Esto comenzó en 1928 y fue activado por el auge interior y la acción de la Reserva Federal para controlarlo mediante el aumento de los tipos de interés; cada uno de ellos produjo el efecto de atraer fondos al mercado interior.
Esta dramática reducción del préstamo ejerció un poderoso impacto deflacionista en la economía mundial. La situación de los países deudores se deterioró fuertemente ya que experimentaron una gran caída en sus entradas de capital neto. La suspensión del flujo de capital afectó a estos países directamente, llevándolos a disminuir su inversión interior y la actividad económica. También, a su vez, redujeron la demanda europea de importaciones de productos del exterior de la zona.
Durante cierto tiempo, los países deudores podían hacer frente a las dificultades temporales utilizando sus reservas de oro y tomando medidas para suavizar la presión sobre sus cuentas exteriores. Pero este proceso de ajuste no podía enfrentarse indefinidamente con una tensión prolongada, subsiguiente a la reducción del préstamo, en una época en que los precios de los productos primarios se estaban arruinando. Tampoco podía hacer frente a presiones adicionales. El segundo golpe vino en 1929 cuando el auge norteamericano se agotó. Verdaderamente hubo signos de agotamiento temporal de las oportunidades de inversión, junto con una restricción del crecimiento de las rentas y de los gastos de consumo hacia el final de la década. Una política monetaria más estricta en esa época puede que también haya contribuido. La rapidez con la que Estados Unidos se deslizó hacia la depresión fue favorecida por el completo hundimiento de la confianza en los negocios después de la crisis de la bolsa de valores en octubre de 1929.
La depresión norteamericana de la actividad económica fue acompañada por una reducción adicional del préstamo extranjero y una fuerte contracción de la demanda de importaciones, consecuencia de las cuales fue una gran reducción del flujo de dólares hacia Europa y el resto del mundo. Dada la influencia preponderante de Norteamérica en la economía mundial, el impacto sobre el resto del mundo fue muy fuerte. El proceso de agotamiento en la producción primaria de los países deudores se completó cuando los precios de las mercancías descendieron dramáticamente. Estos países se enfrentaron con un grave deterioro de sus balanzas comerciales, ya que los valores de exportación disminuyeron más deprisa que los de importación, mientras que las obligaciones de sus intereses exteriores, que estaban fijados bajo el patrón oro, aumentaron enormemente en proporción a sus ingresos por exportaciones. Los intentos para compensar la deficiencia, dando salida hacia el mercado a existencias de mercancías que era costoso mantener, solo empeoraron las cosas porque agravaron la caída de los precios. La salida de esta situación se buscó a través de la deflación, devaluación, medidas restrictivas e impago de deudas. La deflación inicial se transmitió rápidamente a través de los vínculos fraguados por los tipos de cambio fijos del patrón oro. En consecuencia, la solución más fácil era romper los vínculos abandonando el patrón oro, que es lo que hicieron varios países. Esto supuso una mayor carga para los países que todavía se mantenían vinculados al oro. Una vez que comenzó, el proceso deflacionista se convirtió en acumulativo y, con el tiempo, llevó al hundimiento general del patrón oro y a la adopción de políticas restrictivas para proteger las economías nacionales.
En resumidas cuentas, en los Estados Unidos, miles de fabricas, bancos y comercios cerraron. La desocupación se multiplico a un ritmo enloquecedor. Los salarios cayeron hasta límites que apenas permitían sobrevivir; niños y niñas menores de edad debieron salir a buscar trabajo. Entre 1928 y 1932, el número de desocupados aumentó desmesuradamente.
No obstante, el presidente Hoover y muchos representantes republicanos obviaron el significado de la depresión y confiaron, además, en que todo se arreglaría con un aumento del arancel proteccionista para la agricultura y la industria. Por lo tanto, el Congreso aprobó, en 1930, más altas tarifas aduaneras conocidas en la historia del país.
La “Gran Depresión”
A mediados de 1930 la mayoría de los países estaban sumergidos en la depresión. Inicialmente fue considerada muy grave, pero a mediados de este año hubo indicios, especialmente en Estados Unidos, de que el descenso se estaba estabilizando y de que también había cierta reactivación del préstamo internacional. Pero esto fue temporal. Los acontecimientos sucesivos significaron el final del patrón oro y de los regímenes económicos liberales vigentes hasta entonces.
Entre los años 1930 y 1931, las condiciones económicas empeoraron continuamente en todas partes. A medida que las rentas iban bajando, los presupuestos nacionales y las cuentas exteriores se fueron desequilibrando y la primera reacción de los gobiernos fue introducir políticas deflacionistas que solo empeoraron la situación. La ayuda disponible de los países acreedores era muy escasa ya que las propias naciones acreedoras estaban experimentando dificultades financieras y desórdenes monetarios durante estos años.
Las presiones sobre los países deudores aumentaron después del auge norteamericano que, además, redujo el flujo de dólares hacia Europa.
El sector agrícola, siempre más vulnerable a las fluctuaciones económicas, terminó por arruinarse. La imposibilidad de ajustar inmediatamente el caudal de producción condujo a que los precios, que ya venían descendiendo en forma alarmante desde mediados de la década del ´20 experimentaran, con la depresión, abruptas bajas. Los productores agrarios fueron impotentes ante esa caída y no pudieron afrontar las deudas contraídas. La profunda depresión en que se vio sumido el sector agrícola fue, sin duda, uno de los factores que prolongó la crisis durante tanto tiempo. Se afirma esto ya que, en 1929, la población agrícola representaba un 20% de la población total, con lo cual la contracción de su poder adquisitivo tenía un impacto importante.
Respuestas de Estados Unidos a la crisis
Luego de tres años de progresivo deterioro de las condiciones económicas, la teoría económica clásica demostró que no estaba en condiciones de ofrecer respuestas; el mercado era incapaz de restablecer el equilibrio de manera automática.
El Estado fue asumiendo la función de “motor” de la enconomía. En este contexto fueron lanzados programas de inversiones públicas, asesoramiento y acción social, tratando de reactivar las economías y disminuir las consecuencias del desempleo y el hambre.
El candidato demócrata Franklin Delano Roosvelt ganó las elecciones presidenciales de 1932 anunciando durante su campaña que su gobierno pondría en marcha un “Nuevo Tratado” (New Deal) con la sociedad, como única alternativa para salvar a los Estados Unidos. Para poder ejecutar este plan pidió una extensión de los poderes del Ejecutivo.
Estos tratados puestos en marcha por el presidente fueron dos. El primero se llevó a cabo entre los años 1933 y 1935, y el segundo entre 1936 y 1941.
Los Nuevos Tratados consistieron, básicamente, en una gran intervención del estado en la economía.
En lugar de ahorrar el dinero de los impuestos recaudados por el estado, Roosevelt decidió gastarlo. ¿En que? En salarios -para que la gente pudiera consumir y, como consecuencia, las industrias aumentaron la producción- y en obras públicas, para crear fuentes de trabajo.
En los Cien Días, Franklin lanzó las medidas fundamentales del Nuevo Tratado: creó un fondo de asistencia social para desocupados, fijo precios mínimos para los productores agrícolas, creó un sistema de trabajo voluntario para desocupados menores de 25 años, financió empleos públicos en los municipios y en los estados (como barrenderos u obreros), otorgó créditos para viviendas y subsidios para la agricultura, estableció un pacto con las grandes industrias para controlar precios y salarios, y garantizó los depósitos bancarios.
Estas medidas despertaron la confianza de la industria e impulsaron la economía hasta 1937. Durante ese año, los grandes industriales intentaron distanciarse del gobierno y quebrar el pacto. Pero Roosevelt había triunfado nuevamente en las elecciones de 1936 y respondió con medidas aún más intervencionistas. Creó un sistema de impuestos progresivos -por el cual pagaban más los más ricos -, apoyó a los sindicatos e impulsó cambios en la composición del Tribunal Supremo de Justicia, nombrando jueces cercanos a su gobierno.
El alcance de la recuperación a nivel mundial
En términos generales, fueron las fuerzas reales más que las medidas políticas los instrumentos en los que se basó la recuperación, más precisamente en el mercado interior más que en los de exportación (con excepción de Gran Bretaña donde hubo una importante mejora por parte de la demanda de productos de las nuevas industrias y el renacimiento de la actividad constructora).
Francia, por el contrario se vio ante un inminente fracaso económico. Aunque en sus principios, gracias a la gran acumulación de oro pudo mantener una política independiente, más tarde debió recurrir a la deflación hasta abandonar el patrón oro y sufrir la devaluación del franco.
Suecia, avanzó bajo el auge de la construcción y bajo la influencia de las exportaciones.
Alemania, sumida en el poder de Hitler, obtuvo una recuperación admirablemente sólida, aunque de manera muy sacrificada tanto en el ámbito político como en el social.
En el caso de Austria, la recuperación se dio de manera accidentada, debido a fuerzas y políticas en conflicto.
El impacto de la crisis en Argentina
Los efectos de la crisis influyeron profundamente en la política y la economía argentina, la cual tuvo que afrontar ciertos problemas como la caída de los precios de sus exportaciones, en fin de los créditos, el agotamiento de los diversos pagos disponibles para pagar las importaciones comprometidas y la reducción de los ingresos del estado que dependían, en gran medida, de los impuestos de comercio internacional.
A comienzos de 1930, nuestro país había adquirido ya una dimensión económica considerable en términos de población e ingreso por habitante. A través de esto, se produce un aumento en la demanda interna y una simultánea diversificación de la misma, que sin embargo, no tenía repuesta en la estructura productiva debido al rudimentario desarrollo industrial. Esto se debía a que existía un alto grado de abastecimiento externo de productos manufacturados para consumo e inversión. De cualquier forma, en 1930, ya no se puede hablar de una base económica fundada en el modelo primario exportador; se requería la incorporación de la industria como elemento dinámico del crecimiento y transformación de la estructura productiva.
A los cambios de la realidad interna se añadieron los cambios en la economía mundial que, hacia este año, profundizaron la crisis de modelo agroexportador, restringiendo severamente las exportaciones agropecuarias.
El país, debido a su incapacidad, no pudo emitir respuesta alguna para enfrentar los nuevos problemas y formar una economía industrial avanzada. Esta incapacidad determinó el progresivo aislamiento de la economía argentina respecto de las corrientes dinámicas del comercio y las inversiones internacionales. Este aislamiento fue acompañado por una drástica reducción de inversiones en el país.
El viejo esquema de la dependencia externa constituye un obstáculo importante al crecimiento y somete a la economía a graves tensiones como las crisis cíclicas y la alta tasa de desempleo.
Los efectos de la crisis fueron graves: aumentaron la desocupación; creció la inflación y aumentó la deuda estatal.
La demanda global
Desde 1930 dependió de:
El consumo de los particulares y del sector público
La inversión pública y privada que aumentaba el capital disponible en la economía.
A partir de 1930 la inversión se convierte en el factor capaz de expandir de manera autónoma la demanda global y elevar la capacidad del sistema de producir mayor cantidad de bienes y servicios con destino al consumo y la acumulación de capital.
Consecuencias de la crisis en Argentina
Ciertos factores externos, como quizás la Primera Guerra Mundial y sin duda la crisis económica-financiera de 1929, serán en buena medida responsables del crecimiento industrial de nuestro país, que ya es apreciable a mediados de la década de 1930.
Las causas principales de la industrialización que toma cuerpo en esta época son:
La disminución de las exportaciones argentinas que hace que se carezca del número necesario de divisas para continuar importando gran cantidad de mercaderías que empiezan, progresivamente, a elaborarse en el país (sustitución de importaciones)
El aumento de los derechos aduaneros a partir de 1931.
La regulación gubernativa de las importaciones, para ajustarlas al nivel de ventas argentinas.
La existencia de mano de obra abundante.
El desmantelamiento de industrias en los países más adelantados.
La mayor ganancia que prometía la actividad industrial en un país no suficientemente desarrollado económicamente, que permitiría el empleo de menor proporción de capital fijo.
La industrialización abarcó sólo determinadas áreas geográficas de nuestro país: Buenos Aires, Gran Buenos Aires y el litoral.
La industrialización fue paralela también al fenómeno de las migraciones internas rural-urbanas. El lapso de 1930 a 1943, la industria en crecimiento debe buscar su mano de obra dentro del país.
En el resto del país, las provincias que enviaban a la población a los centros urbanos y se descapitalizaban, la época contempla la culminación del proceso inverso, la del retroceso industrial.
Con posterioridad a 1939, Argentina era autosuficiente en algunos ramos, especialmente aquellos pertenecientes a la industria liviana.
Durante el lapso entre 1935 y 1943, el país vivió un importante desarrollo industrial al que faltó totalmente la protección estatal.
El gobierno
En 1928, Hipólito Yrigoyen volvió a ser electo presidente. Su triunfo resultó arrollador. Pero su segunda presidencia fue tan corta como dramática.
Las circunstancia en que Yrigoyen inició su segundo mandato presidencial eran muy diferentes a las que rodearon la presidencia de Alvear.
LA POLÍTICA DE YRIGOYEN: La avanzada edad del primer magistrado influyó negativamente en su gobierno, al tiempo que en el círculo que lo rodeaba se generalizaba la corrupción política y los abusos de todo orden. En el invierno de 1930, dos años después de haber asumido el cargo, Yrigoyen intentó expropiar (pasar a manos del estado) todos los yacimientos petrolíferos privados. La medida afectó los intereses de la petrolera norteamericana Standard Oíl y unió a sectores muy diversos en contra del gobierno.
LA POSICIÓN Y LA CONSPIRACIÓN: Los sectores desplazados en 1916 no habían perdido sus fuerzas y se vieron ahora reforzados por el sentimiento general de oposición que entre diversos sectores generó la política de Yrigoyen y de sus partidarios.
LA REVOLUCIÓN DEL 6 DE SEPTIEMBRE DE 1930: Hipólito Yrigoyen establece su cuartel general en el Regimiento 7 de Infantería de la Plata, cuyos integrantes se mantienen leales al gobierno constitucional. Los sublevados amenazan con un bombardeo masivo, y el Regimiento 7 debe rendirse, Yrigoyen es detenido. El golpe de estado ha triunfado. El general José Félix Uriburu asume la presidencia de la Nación.
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